HISTORIAS PARA NO DORMIR


  Inauguramos hoy, a nuestro pesar, esta nueva sección, en la que os iremos contando diferentes hechos reales acontecidos dentro de la vida diaria de la protectora de animales de Almendralejo.

El objeto de dichas historias es haceros partícipes de las injusticias que se cometen  y los malos ratos que tenemos que pasar, en ningún caso lo que se pretende es dervirtuar a nadie ni exponerlo al escarnio público, por ese motivo, obviaremos datos, para que no sean identificados los protagonistas, sólo queremos que llegue el mensaje final, la conclusión del texto, no se trata de una venganza explícita contra nadie. Lo que queremos es haceros pensar. Pensar en que somos personas que tenemos nuestros trabajos para ganarnos la vida, nuestras familias a las que les robamos tiempo de estar con ellos para dedicarselo a los animales, que lo que hacemos dentro de la protectora es totalmente altruísta, sin remuneración alguna. 

Y dicho esto, comienza la primera de las historias que inaugura esta sección.

HISTORIAS PARA NO DORMIR
PARTE 1
POR QUÉ CONOZCO MIS DERECHOS TAN BIEN PARA
UNAS COSAS SÍ Y PARA OTRAS NO

El móvil de RECAL suena. Una señora muy alterada nos pregunta si nos puede hacer una consulta. Por supuesto que sí, es la respuesta. Mientras la señora nos detalla la situación, al fondo una voz masculina muy alterada a su vez, recrimina a la mujer sus palabras e intenta exponer la situación a su vez, con lo cual, tenemos al teléfono a dos personas nerviosas al tiempo, atropellándose en sus palabras.

La situación no es para menos, han comprado un cachorro y tiene un problema grave de salud. Este problema sólo se puede solucionar mediante una intervención. Si no se opera, el perro muere. Y no sólo muere, muere con graves padecimientos.

La pareja nos plantea la cuestión, han telefoneado a la persona a la que compraron el perro para que se hiciera cargo de los gastos de la operación y éste les da largas y el tiempo pasa. El animal está cada vez más debilitado y el tiempo corre en su contra.

La solución que se les ofrece desde RECAL no es otra que el insistirles en que tienen que tomar una determinación: operar al perro o no. 

Les instamos a que interpongan una denuncia en Comisaria, pero que este proceso mientras se resuelve es lento, y la vida del animal pende de un hilo. No puede esperar, o lo operan o le ponen una inyección para que no sufra.

Nos lanzan preguntas: ¿Ponéis la inyección en la perrera? No, mire Ud. Está prohibido. Tiene que ponerla un veterinario.Y, ¿vosotros qué haríais? Pues mire Ud. si fuera mi perro, me achucho y pago la operación. Esos son los Reyes.

Se da por terminada la conversación. La pareja no dice qué van a hacer con el perro, pero si deciden que irán a poner la denuncia.

Al día siguiente nos vuelven a llamar. Si el día anterior estaban nerviosos, este día tienen los nervios a flor de piel. Nos dicen que el perro está muy mal, que está sangrando. Vemos que el perro está ya en fase terminal. Nos comentan que fueron a Comisaria y que no se pudo poner la denuncia porque no tienen factura de la compra del perro. A continuación, casi a grito pelado nos dicen que si nosotras podemos poner la denuncia desde la protectora. Les informamos de que primero, se trata de una compra-venta entre particulares y de que, segundo, si no existen documentos que justifiquen la compra no sé qué caso nos van a hacer.

Entonces nos plantean que llamemos a la persona que les vendió el perro para que le digamos que tiene que costear la operación. Les informamos de que no tenemos autoridad para hacer eso.

A continuación vienen los malos modos y el que si vaya protectora de animales que somos y en fin... 

En vista de que no queremos mantener una lucha verbal que no llegará a ningún sitio mientras esta familia se dedica a realizar llamadas de teléfono en vez de operar al perro, cortamos la comunicación.

Y, yo me pregunto, si tan listos somos que exigimos el derecho (ignoro en base a qué Ley desconocida por el resto de los mortales) de que cualquier tipo de ONG, en este caso RECAL, nos defienda, ¿por qué no fuímos igual de listos a la hora de exigir una factura por la compra, un núcleo zoológico al vendedor, un número de registro como criador, un pasaporte con el calendario de vacunación y un informe veterinario de que el perro había sido examinado y se encontraba en buen estado, por no hablar del chip?

Es muy fácil, tal y como ha sucedido en este caso, comprar un perro por Internet. Pero luego, cuando vienen los problemas, ¿a qué nos agarramos? 

Entonces nos acordamos de la protectora de animales. Perdone una pregunta, ¿es Ud. socia de RECAL? ¿Nos ha comprado Ud. algún calendario de esos que valen un euro, ha echado Ud. alguna moneda en nuestras huchas? ¿Se he preguntado alguna vez de qué modo puede ayudar a los perros necesitados de la perrera? No, nos acordamos de la protectora cuando tenemos problemas. Y entontes, exigimos que se nos ayude, porque tenemos nuestros derechos. ¿Qué derechos?

Y, mientras los humanos nos peleamos, el pobre perro continua con su padecimiento. Probablemente, en las próximas horas pase a mejor vida. 

Me despido lanzando una pregunta al aire ¿quién es el culpable?

RECAL


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